miércoles, 29 de junio de 2011

# 3: Manifiesto.

            Hace ya unos años tuve un encuentro conmigo mismo, uno de esos días en los que uno se habla sin tapujos, sin ocultarse nada, una de esas noches sin tranquilidad en las que nos ponemos a navegar dentro de nuestra mente, y nos llegamos a conocer verdaderamente. Por aquél entonces yo era una persona diferente, un niño que abría su corazón al mundo pero encontraba que mucha gente no quiere más que una coraza sobre la que depositar peso. Escribía más que ahora, es verdad, y era una persona más intelectual en general de lo que soy ahora. Pero creo que vuelve a ser hora de hablarme sin tapujos, más que nada para ver qué tal me ha ido este tiempo.
            La última vez que hablamos yo y yo, llegué a la conclusión de que mi vida no era cómo quería: tenía mucha gente que se hacía llamar mi amiga (gente entre la que sí que había amigos verdaderos, pero no eran ni mucho menos todos), me sentía falsamente orgulloso de lo que escribía y solía ahogar muchas decepciones en alcohol. Era una persona algo descontrolada, autodestructiva. Pasaba muchas noches en vela y muchos días en stand-by. Necesitaba cambiar, antes de lamentar seriamente los excesos. Quería cambiar, y sabía que para estas cosas no se puede contar con nadie. Así que decidí apagar todo, bajarme de ese tren y tomar el siguiente, dejar que las posibilidades que me ofrecía esa vida se esfumaran de a poco. Dejé de lado a las mujeres por las que mil veces suspiré, las decepciones que tanta rabia me habían provocado y las dudas que me tenían sin dormir muchas noches. Dejé de escribir también, y borré el punto que usaba para compartir mis pensamientos con los demás. Cerré a cal y canto, y me senté en la nada, rodeado de las paredes desnudas de mi vida, y hablé con el vacío.
            Tras una temporada intensa de conversación, decidí que desde aquél momento no sería nunca más el mismo. Decidí que iba a ser más introvertido con lo que pensaba y sentía, y más descarado con la gente. Decidí que el mundo iba a ser mi patio de juegos, y que tener miedo era inútil. Perdí la vergüenza y perdí la inseguridad, y quedé desnudo de condicionantes.

            La vida entonces pasó a ser un mundo nuevo, lleno de cosas que enseñarme. Me sentía libre, lleno de poder. Parecía como si el mundo entero estuviese a mis pies, deseoso de que hiciera lo que me apeteciera. Empecé a hacer nuevas amistades, a perderme en mujeres nuevas, a saber qué gusto tiene la libertad. Cambié mucho, y para bien.
            Y hoy estoy de nuevo hablando hacia mis adentros, regocijándome en las cosas buenas que la vida me ha brindado esta temporada. Pero sé que no es el final, sé que hay muchas cosas que necesito cambiar. Primero fue perder el miedo, ahora tengo que aprender a infundirlo, a evitar que lo ajeno a quien soy hoy me afecte. Queda mucho camino por andar, muchas cosas por decir. Sé que todavía no está todo hecho, que aún tengo cosas que cambiar, pero también sé que puedo hacerlo, y, más importante, que tengo las herramientas y la compañía necesaria para conseguirlo. Hoy me encuentra otro punto de inflexión en mi vida, pero esta vez le devuelvo la mirada sin miedo. Hoy me agarra el destino con los puños cerrados, los ojos abiertos y la mente puesta en volver a tumbarlo.
            Adelante, que llevo una vida esperándote.

No hay comentarios:

Publicar un comentario