domingo, 26 de junio de 2011

Bienvenida

     Se abre el telón.
     Oscuridad. Una tenue iluminación enfoca a un ridículo hombrecillo que se acerca al centro con un taburete entre las manos mientras el silencio es el único acompañamiento al tímido zapateo de sus pequeños pies embutidos en zapatos de charol lustrados. El individuo llega al centro del escenario y coloca la banqueta. Se sube, se coloca la chaqueta roja de terciopelo resplandeciente, se aclara la garganta, y se queda quieto mirando al vacío:

    "¡Señoras y señores!¡Niños y niñas! ¡Bienvenidos, una vez más, al gran circo de las ilusiones, al gran vodevil de los sentimientos! ¡Bienvenidos a la risa, al delirio! Vean cómo los elefantes de la farsa bailan sobre enormes bolas de sueño; disfruten con el ilusionismo de la desesperación y del mago del desengaño, sorpréndanse con los horrores de tierras lejanas y las curiosidades de otros tiempos. Pasen, amigos, acomódense, que el show va a comenzar"

     Con la respiración un poco entrecortada, el hombrecillo se baja del taburete, y mientras se aleja, deja tras de sí un auditorio entero lleno de nada, de asientos vacíos y pasillos despejados. La soledad como único espectador, el silencio como única ovación. Mientras se aleja, el sonido de sus pasos es la música que acompasa el momento. Bienvenidos, damas y caballeros, al circo de la realidad.

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